viernes, 11 de septiembre de 2015

De niño

Me crié a golpe de niñeras, las mismas con que mi padre reafirmó su autoestima como hombre y amante.

Igual que con los trencitos eléctricos, las scalectric y las tetas, lo que estaba destinado al niño, lo disfrutó un grande.

sábado, 31 de octubre de 2009

Murmullos

Era tarde y él volvía a murmurar entre dientes.

La chica tumbada de espaldas a él no se enteraba de nada, demasiadas horas de baile y dosis de distintos calibres la tendrían fuera de escena por muchas horas.

Y la noche corría sin que él dejara de murmurar.

La anciana vecina del 2º A tenía la oreja pegada a la pared tratando de entender qué decía, pero no había caso, los 62 años de cotilleo no le ayudaban a la hora de discriminar sonidos mal pronunciados y a un volumen menor que aquel con que se referiría a la hija de la Pepa cuando se cruzaba con Dominga rumbo al supermercado. Por más intentos que hacía, sólo era un murmullo, un murmullo, un murmullo.

Y él seguía así, entre dientes, mascullando, mezclando sonidos casi sin significado, dando más importancia a la sensación del paso del aire entre los labios y el vibración en la lengua que a decir algo que importase. De hecho, a medida que pasaban las horas se iba olvidando del motivo de su cantinela. No estaba sobrio, pero los humores del alcohol se habían evaporado y su cabeza estaba algo más despejada, pero no lo suficiente como para volver a recordar porqué murmuraba, contra quién murmuraba, para qué murmuraba.

La chica a su lado se giró y quedó con su rostro hacia él. Era realmente fea, tenía bonitas tetas que se dibujaban bajo su camiseta manchada de vino y vómito, pero su rostro dejaría a cualquiera murmurando una noche entera. O dos.

martes, 19 de mayo de 2009

Misiles en su tejado

Hace tiempo que había comenzado a vivir en un mundo aparte.

El resto no lo sabía o no lo quería saber.

El resto no se daba cuenta o no lo lograban entender.

Era su pequeño mundo, su refugio antimisiles de la realidad. No podía ver los misiles, pero sabía que venían.

El resto sí veía los misiles, pero para ellos no eran misiles, sólo eran “las cosas de la vida”. Y ya está.

Pero él tenía que refugiarse de los misiles y creó su propio refugio. Ese era su mundo aparte. 

lunes, 30 de junio de 2008

Las horas

Habían pasado varias horas y no dejaba de pensar en ella. Ella no vendría.
Las noches son más absurdas cuando las paso solas. Los días son absurdos siempre.
Buenas noches.

domingo, 1 de junio de 2008

Los ciegos filman


No había modo de echarlo, llevaba más de 3 horas hablándonos y con Sofía no sabíamos qué hacer. Indignada le dijo.

- Disculpa, Gonzalo, ya nos vamos a acostar.

- Vale, vale. Si ya me voy. No os preocupéis.

Mientras se levantaba seguía conversándonos. Imparable, preguntó:

- ¿Conocéis al director de cine Jean Luc Tringuenot?

Cometí el error de responderle.

- Es increíble- volvió a ametrallar- es un director canadiense pero ha hecho su carrera en Francia. Hizo una película genial: Otros ojos, ¿la habéis visto?

Negué con la cabeza, casi empujándolo hacia la puerta.

- Genial, en serio. El camarógrafo era ciego. Ciego, de verdad.

- Ya, le dije- aunque debo reconocer que me picó la curiosidad.

- El director armaba la escena, iluminaba, le daba las instrucciones a los actores y ensayaban un par de veces. El camarógrafo escuchaba y se aprendía los movimientos sólo por el sonido. Al momento de rodar, la cámara la manejaba oyendo las voces y el movimiento. Otra dimensión la peli. Unos encuadres locos, una música. Poesía pura.

Casi en el marco de la puerta continuaba.

- Ganó un premio en el festival de cine de Dusseldorf. Es una película de culto total.

Si queréis os puedo conseguir una copia. Es muy rara y difícil de encontrar pero se la puedo pedir a mi amigo que me la prestó. Es un cinéfilo que te cagas.

- Vale. Otro día.

- Sí otro día. Oye, pero en el festival éste, ni el jurado ni nadie sabía lo del cámara. Cuando subieron a recibir el premio, la gente flipaba en colores. En unas entrevistas que leí en el Cahiers du Cinema, en francés, no éste que sacaron en español. ¿Sabíais que ahora lo editan en español? Está bien la revista, pero la mayoría son traducciones de la versión francesa. ¿Qué os estaba contando?

Sofía le dio un beso, le sonrió y se fue acostar. Me hizo un gesto para que le siguiera luego.

- Ya, Gonzalo, me lo terminas de contar otro día- trataba yo de disuadirlo.

- Sí obvio, si el loco es para estar hablando el día entero. Ah, eso, que su idea era democratizar el cine, pero no con el típico rollo sesentero de llevar el cine al pueblo ni nada de eso. Era el acceso a todos al cine, sin distinciones ni intelectuales ni perceptivas, nada. Cine para todos.

- Bueno. Gracias por la visita.

- Pero fíjate el rollo, si no era sólo ver el cine, también en hacer cine. Todos pueden escribir historias, todos pueden filmarlas. Como los ciegos. Hizo otra película con pacientes psiquiátricos.

- Eso ya se ha hecho- dije enojado.

- Claro, pero no como documental, ellos escribieron la historia, bueno, escribir es un decir, pero ellos la inventaron, la actuaban y la dirigían. Una película dirigida por un esquizofrénico paranoico. Loquísimo. Tringuenot sólo hizo la producción ejecutiva. Bueno, yo no la he visto pero dicen que fue un desastre. Pero no le importaba, porque el tipo es un buscador, quiere ir más allá de los límites de quién hace y para quién se hace el cine. Quiso hacer una desde el punto de vista de un tío en silla de ruedas. Pero descubrió que ya lo habían hecho y lo dejó.

- Yo también. Gracias, Gonzalo-. Cerré la puerta.

- Vale, otro día te termino de contar- decía desde el otro lado de la puerta.

martes, 27 de mayo de 2008


- I love you, miss Kubelik.

- Three. Queen.

- Did you hear what I said, Miss Kubelik? I absolutely adore you.

- Shut up and deal.

domingo, 18 de mayo de 2008

Puntos de vista

"No hay cometas que pasen por mi baño". Dijo ella, "nuestro baño", añadió poco convencida.
Yo no supe qué pensar, siempre había creído que compartíamos un mismo mundo, una misma forma de ver la vida. En ese momento entendí que entre nosotros no quedaban más que restos de una noche anterior. Platos sucios de una celebración, vasos marcados con lápiz labial, servilletas arrugadas sobre un mantel manchado de vino carmenere.
"Está bien, lo comprendo", respondí, aunque en ese momento no comprendía nada. Tomé mis cuatro discos de platino, el reloj de pared de mi abuelo marinero y me subí al primer autobús que pasó frente a nuestra ventana.
Creo que ella aún busca su libreta de teléfonos.